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La remontada de Juntos por el Cambio no alcanzó para forzar un ballotage.
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De todos modos y pese al triunfo en primera vuelta el Frente de Todos se verá obligado a negociar.
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Los partidos minoritarios perdieron en caudal de votos, pero su rol en la cámara de diputados puede ser clave para la Argentina que se viene.
El rey ha muerto, ¡Larga vida al Rey!
Esta frase era utilizada públicamente para informar acerca de la muerte de un rey y la asunción de un nuevo monarca, salvando las distancias simboliza un hecho muy interesante, quien ocupa el poder cambia pero el lugar no queda vacante. Esto este fenómeno se produjo ayer en nuestro país tras los comicios.
Alberto Fernández es el nuevo presidente electo de los argentinos. Acompañado por Cristina Fernández de Kirchner su fórmula obtuvo el 48,03% de los votos válidamente emitidos, frente a un 40,44% de su competidor y actual mandatario Mauricio Macri.
Sin dudas este resultado electoral modifica el panorama político de la Argentina y marca el fin de un ciclo en el cuál un gobierno no peronista (ni de raíz peronista) dirigió los destinos del país.
Este será el primero de una serie de artículos que tratarán de ofrecer algunas pistas sobre el nuevo mapa político de la Argentina.
Los fríos números.
Hablaremos aquí de los resultados a nivel nacional de la elección presidencial, no nos centraremos ni en los resultados legislativos ni en el comportamiento electoral de cada distrito.
La mayoría de las encuestas publicadas en los últimos meses daban como ganador al Frente de Todos, se esperaba que en promedio recibiera un 52,2% de los votos, mientras que Juntos por el Cambio quedaba lejos, con un 33,1%, Lavagna y su partido obtendría un 7,8%, siempre hablando de promedios y con diferentes variaciones. Finalmente ello no ocurrió.
Para comenzar a comprender y a tratar de explicar el comportamiento electoral un buen punto de partida es la comparación con las PASO que tuvieron lugar el 11 de agosto. En primer lugar la participación, tal y como era esperable aumentó del 75,79% al 80,86%, muchas personas que no habían votado en las PASO decidieron acudir a las urnas. Esto ya había ocurrido en las PASO de 2015, parece que cuando la elección parece reñida y se plantea un antagonismo fuerte la participación tiende a aumentar.
Segundo, disminuyó el porcentaje de votos en blanco (pasó del 3,11% al 1,49%) y de votos anulados (del 1,21% al 087%), esto también era esperable dado el comportamiento en otros procesos electorales análogos, en definitiva parecería indicar que quienes acuden a estas instancias deciden expresar su opinión mediante una afirmación (su apoyo a cierto candidato).
En tercer lugar simplemente mencionaremos que cuatro fuerzas que se presentaron en las PASO no llegaron a esta instancia. Combinadas sumaban 301.039 votos, casi un 1% del padrón. Dentro de estas cuatro fuerzas una se ubica a la izquierda del espectro político (MAS), una a la derecha (los conservadores del PAN) una a la extrema derecha (Frente Patriota), hay un partido de difícil ubicación, el Movimiento de Acción Vecinal.
Veamos, en cuarto lugar el comportamiento de las dos principales fuerzas políticas en pugna: como ya dijimos, el Frente de Todos obtuvo el 48,03% de los sufragios, ello supone un retroceso de un 1,16 en términos porcentuales, no obstante obtuvo 12.471.068 de votos lo que marca un crecimiento en 849.048 nuevos votantes. La disminución porcentual puede explicarse por el aumento de la participación electoral, el aumento de número de votos por la migración de un espacio a otro.
La gran sorpresa de esta elección fue, nuevamente, Juntos por el Cambio. Pasó de un 33,12% de los votos a un 40,36%, un crecimiento de 7,24 puntos porcentuales, en votantes supuso pasar de 7.824.996 a 10.464.253 (creció en 2.639.257 votantes). Es razonable suponer que el aumento, tanto en puntos porcentuales como en votantes, deriva del aumento de la participación electoral y del aporte de otras fuerzas políticas que perdieron votos propios.
En este sentido parece haber dado resultado una campaña mucho más próxima al votante, el haber recorrido el país y la serie de marchas que pusieron al macrismo en la calle y le dieron la posibilidad de hacerse visible. Asimismo este espacio buscó la polarización con el Frente de Todos a quién puso en lugar de antagonista. La apelación a la lucha contra la corrupción, la ética y la libertad, en conjunto con la idea de que eran la única fuerza capaz de evitar el triunfo de Fernández pueden haber ayudado a captar votos de otras fuerzas minoritarias.
Votos obtenidos por los partidos que participaron en las elecciones generales de 2019 (en millones de votos).
Fuente: Farías Consultores, en base a datos de la Dirección Nacional Electoral.
Finalmente, veamos cómo les fue a los partidos minoritarios en esta elección. Estas fuerzas fueron las que más votos perdieron. Consenso Federal pasó de 2.006.977 votos a 1.599.707 votos (perdió 407.270 votos), el Frente de Izquierda y los Trabajadores pasó de 697.948 a 561.214 (perdió 136.734 votos, un 19,6% de su caudal político), el Frente Nos con Gómez Centurión a la cabeza pasó de 642.636 a 443.507 (perdió 199.129 votos lo cual supone que el 31% de sus votantes migraron) por último Unite que en las PASO obtuvo 533.081 votos ahora consiguió 382.820 (perdió 150.261 votos que representan el 28,18% de sus votantes en la elección anterior).
Todos los partidos minoritarios perdieron votos en beneficio de las dos opciones electorales mayoritarias. El sistema parece reforzar una reducción mecánica del número de partidos, al tiempo que refuerza las tendencias al “voto útil” en la ciudadanía, es decir el rechazo a “perder su voto” apoyando a una fuerza que, de seguro, no obtendrá nada.
Algunas conclusiones
La participación electoral aumenta de las PASO a las generales, entre muchos factores que pueden explicar esto una pista puede ser la idea de que es una elección que tiene más peso y que define más cosas que las PASO, idea que es explotada por los contendientes apelando a las emociones de la ciudadanía. Emparentada con este fenómeno puede estar la caída de los votos anulados y en blanco.
La Ley de Duverger parece haber omitido, en el caso argentino, la existencia de una instancia de ballotage. Se produjo una tendencia fuerte al dualismo de partidos, donde los únicos que incrementaron su número de votos fueron las dos fuerzas principales y con chances de competir por la presidencia.
La migración de votos de un espacio al otro podría ser explicada utilizando matrices políticas que abarquen diferentes variables que permitan ubicar a los partidos en un espectro multidimensional. Ello nos indicaría a qué partido mayoritario pueden haber ido los votos que antes optaron por uno de los partidos minoritarios.
Por último, la sociedad argentina continúa polarizada, la pobre performance de las terceras fuerzas es prueba de ello. No obstante los resultados electorales son cambiantes y ninguno de los dos polos mayoritarios parece en condiciones de hegemonizar el escenario político.
Alberto Fernández ganó y en primera vuelta, un dato alentador para su espacio. Pero ganó por un margen menor que el esperado. Contará con mayoría en el senado; pero Juntos por el Cambio será la primera fuerza en diputados y el Frente Todos se verá obligado a generar alianzas para llegar al quórum.
En este escenario, ganarán presencia los gobernadores que utilizarán sus senadores como instrumentos de negociación. También ganarán peso las fuerzas minoritarias, los guiños de Fernández a Lavagna pueden leerse en esta clave.
El nuevo gobierno se verá obligado a negociar con gobernadores y fuerzas opositoras y apostará a desactivar los antagonismos ahora que la campaña pasó. Deberá hacerlo si quiere contar con el apoyo que necesita para poder tomar decisiones clave en un contexto complejo.